Sosegada, al comienzo pausada, distante e incluso me atrevería a decir...captada con mirada fría y envolvente. La cinta arranca ahumada en un Londres gélido que te cierra la garganta, como si la niebla careciera de espesor y sobrase crudeza en la atmósfera. Me mantiene expectante, con el corazón en un aprieto, como si no fuera a encontrar aquello con lo que había estado soñando. Me debo en admiraciones al protagonista, y poco a poco me voy dando cuenta de que recibo mas de lo que espero y que espero menos de lo que recibo. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba de una interpretación tan radicalmente humana, emotiva, sincera...eso es...¡Sinceridad a lo largo de todo el film! Existe una comunión con el espectador, empatizando hasta bailar con los labios o sentir que las cuerdas vocales se tensan y destensan al igual que un violín carcomido del siglo XVII. Berti relajará su voz gracias a la mediación de su esposa, y agradecido en atenciones a la generosa confianza de Lionel, un excéntrico logopeda alimentado a base de retos y harto de fabulosas soluciones. Los problemas no son tales para el maestro, supongo que aquel tipo era tan excelente en sus labores como lo es Geoffrey Rush en dicha interpretación.
El núcleo del film se muestra cargado de sensaciones, se abandona el preámbulo de presentaciones y empiezas a gozar del sonido diegético que aminora hasta fusionarse con la música principal de la composición. Una banda sonora que poetiza aquel salón inglés, cuatro paredes suficientes para mostrar dos almas desnudas, la de un “paciente” y un “doctor” que pronto entenderán lo mucho que se necesitan. El retrato de la familia real británica es exquisita, y el problema que se plantea en el film abre la caja de pandora ante una temática novedosa, encerrada en nuestra Historia, y humilde al receptor. Hacía falta que llegase al celuloide una cinta de este linaje. Nos acerca a la vida misma, y eso queridos lectores...es lo mejor que nos puede ocurrir desde la butaca, sentir...que a partir de ese momento...te solidarizas con una realidad social.
Mis escritos no tratan de narrar un argumento de principio a fin, sólo sé escribir lo que siento cuando me nutro del Cine, es por eso que quiero dar un salto (o tal vez un paso adelante) en mi ensayo y hablar de los rasgos audiovisuales, esos que nunca comentamos a la salida de la sala y son los que verdaderamente importan en el cine.
Un objetivo que respira al compás de los primeros planos, miradas que derrochan expresividad y desgarran auténtica naturalidad. Adoro los planos detalle, casi puedo introducirme en la boca del futuro rey y sentir como su aliento le ahoga la garganta, le frena a través de su incomprensión adolescente...esa que le hizo ser mudo de si mismo, y le hace gritar aquello que jamás quiso ser. La tensión está recogida con hilos argumentales firmes y a la vez enredados en un deseo de final casi prematuro. Lo peor de la cinta es que conoces su desenlace pero lo mejor de ese instante es que no sabes lo bien que te vas a sentir cuando Berti pronuncie esas palabras que llevaban días gestándose, o tal vez, toda una vida. Planos picados, contrapicados, de primerísimo primer plano que rozan lo indescriptible, que susurran emociones, que te apuntan el preámbulo del fotograma más próximo. Un vaivén de imágenes envuelto de colores cálidos en el interior, fríos en el exterior, casi casi perfectos, y digo casi...porque me faltó una pizca de picaresca, encontré el film demasiado evidente, carente de originalidad...mas de no debes buscarlo, simplemente imagina que tu imaginación está dormida y limítate a contemplar, súbete en la barca del Támesis y déjate llevar por una secuencia lógica, por una historia que fue nuestra Historia...por una acontecimiento que encuadró una lucha de un Rey, que marcó una de las más duras batallas, la batalla contra uno mismo, esas que sólo se pueden lidiar si comprendemos que esta vida es más fácil si aprendemos a pedir ayuda a aquellos que nos la quieren brindar.
Colin Firth ha tocado techo, su puesta en escena es demasiado perfecta, creo que nadie podría haber desarrollado un rol tan exquisito como lo ha hecho este galán del Siglo XXI. Asimismo, el elenco de actores comprende a la perfección una dirección acertada y sobria en las interpretaciones. Helena Bonham Carter conduce la película como un titiritero a sus más preciadas marionetas, un trabajo bellísimo.
Como guinda del pastel, apuntar sin ofensas a mis amados cinéfilos, que la cinta requiere madurez emocional, poseer un corazón inquieto y una mente tranquila. Que disfrutéis del film.......
Marta Edo Lorrio