viernes, 1 de abril de 2011

El cisne negro, de Darren Aronofsky





               Puedo decirte el final, revelarte que la historia trata sobre una esquizofrénica cuyo estado mental no es más que su propia frustración bipolar. Una enfermedad alimentada a partes iguales, por una obsesiva madre vacía, sin amor, y una tierna y joven bailarina que se olvida de su objetivo más importante en la vida: ser ella misma y poder BAILAR.

No pienses que te he desvelado lo más crucial del argumento, pues la realidad de El Cisne Negro es que la conclusión reside en cada uno de nosotros, y la única y verdadera delicia, es la coreografía audiovisual del film que comulga cada segundo con el espectador. Es como el inicio de una suave tormenta, como si cada gota que perteneciese a ese chispeo, trajese consigo una cámara, y cada objetivo hubiera adquirido una posición exquisita que te eleva a un nivel superior en cada fotograma. Cierro los ojos fuertemente, los aprieto porque necesito recordar un largometraje similar a éste en sensaciones, pero mis queridos lectores, no lo hay…no existe en mi corazón…no despierta el recuerdo en mi mente….No logro recordar una película que me haya tenido tan tensa cada minuto, estamos ante una cinta fotográficamente desgarradora y repleta de impulsos narrativos que nos sumergen por completo en la pantalla. Por un momento, mientras estaba en la sala, sentí un extraño dolor en las manos, y es que estaba literalmente agarrada a la butaca, supongo que en realidad no quería escapar, pues me sentía parte de ella…Cuando te implicas en el Cine, puedes llegar a empatizar con los protagonistas de una forma inapetente pero existente y real, tan real…como que no consigo borrar esos ojos amarillos de mi razón, fundidos a negro como el telón de fondo que soporta todo el film.

¿Qué es El Cisne Negro? Probablemente los veteranos críticos dirían que es un retrato desgarrador y tremendamente descriptivo. Pero para mí…adorados cinéfilos…El Cisne Negro significa ser valiente y atreverse a mirar fijamente a sus ojos y no apartar la mirada, sentir el picor de su angustia en la espalda y frenar ese malestar, notar que sus uñas se parten y su sangre se derrama como se deshacen los sueños cuando nos despertamos cada mañana…Para mí…cual pasión vital reside en escribiros…El Cisne Negro es admirar cada plano sustentado por Natalie Portman. ¡Al carajo tanta denuncia a posteriori, y tanta quejas sobre sus posibles dobles en el 80 o 90% de film! ¿Y qué más nos da? O es que acaso cuando entras en una sala a ver cine…¿piensas que vas a ser testigo de la realidad? ¡Por Dios! Vamos al cine a vivir por unas míseras horas, lo que jamás viviremos en nuestra vida real. Y me centro de una forma tan sentida y pasional en la actriz porque ha llegado a la cima de su carrera interpretativa. José Luis Garci, mi gran amado maestro, afirmó una vez que no se sentía capaz de volver a ver sus propias obras pues sólo encontraba borradores con faltas de ortografía, y despertaba en él, un deseo de realizar una nueva película para superarse de nuevo. La protagonista, por el contrario, en este film, estalla de manera estrepitosa a cada segundo que pasa, su interpretación es exquisita, pero lo es aún más en hermosura. ¿Existe algo más perfecto que la perfección? Por un momento olvidaros de la evidenciada estatuilla, ¿No habéis sentido que os faltaba el aliento? Es la primera vez que veo en una sola mirada tantas emociones fusionadas en un mismo instante. Natalie es El Cisne Negro. Natalie es El Cisne Blanco. Y cada uno de nosotros, en nuestro día a día, somos como ella, tan autodestructivos como constructivos, tan felices como tristes, tan competitivos como dejados a la rutina…Somos valientes de la vida, con una meta, un objetivo, una pasión…pero con la diferencia, de que jamás se nos debe escapar de las manos. Ante todo, saber quiénes somos y disfrutar de la vida, que para ello sólo tenemos UNA. Pronuncio tantas veces el nombre de Natalie Portman porque me importa bien poco la identidad de la protagonista, sólo sé que he visto el odio, el orgullo y la recreación de la envidia en 120 minutos. Cuando salí de la sala y llegué a casa no podía evitar borrar un adjetivo de mi cabeza: “desagradable”…hasta recuerdo que cogí unas plumitas de mi edredón, las más oscuras que encontré, y las coloqué sobre mi hombro con un toque jocoso…para gastar una broma a quién me quiere cada día…y le dije con los ojos bien abiertos “Soy El Cisne Negro”…jajaja…risas por un instante…pero en el fondo…me di cuenta en ese preciso momento que acababa de ser testigo de la vida misma, ¿O es que sólo pierden la cabeza los bailarines por su diez horas de ensayo al día? ¿Es que acaso los demás no conocemos la dureza y el esfuerzo de la vida, y soportamos en nuestra espalda el nacimiento a veces de la frustración, o del fracaso, o del estancamiento dejándonos las plumas 14 o 15 horas fuera de nuestros hogares cada día? Todo…por llegar a ser algo o alguien…todo por reafirmarnos…como lo hace ella…como lo hizo El Cisne Negro. En el fondo de nuestro corazón creemos que quien quiere algo y lo trabaja, y se esfuerza, y se mata por ello, lo logra, lo consigue. Es cierto que la cinta refleja a la perfección la dura competitividad  del mundo de la danza clásica, de los bailarines…aquellos que se entregan a la crudeza de un arte que sólo pertenece a unos pocos…sólo a aquellos que poseen un don. Pero tú y yo…o cualquier persona que nos rodea puede ser El Cisne Negro, cuya tonalidad, engalanada del color de la guadaña, desvela su terrible final.

Me sobrecogió la descripción y la puesta en escena de los celos, siempre narrados desde la esfera profesional. CELOS…igual de peligrosos o más que los que se padecen en el amor…CELOS…telarañas que la envuelven hasta atraparla en su propia inseguridad, haciendo de la bailarina más perfecta…la bailarina más enloquecida, llegando a perder el juicio por no aceptar que necesita que alguien la ayude. Ella y su soledad construyen su incomprensible inseguridad, haciendo que la joven sucumba a los sucios “encantos” del que se supone debe ser el gran maestro y mentor de nuestra protagonista, contagiándola de situaciones desgarradoras e incluso desdeñables. Llega un momento del film, el climax, donde te sentirás impotente por no poder decirle al oído, ‘deja un hueco en tu corazón, aunque sea pequeñito, para darte cuenta que el camino que escogiste sólo tiene un terrible final, y es que JAMÁS VOLVERÁS A SER TÚ’. Necesita un espacio para saber, como decía Gandhi, que todas las cosas que hagas en tu vida serán insignificantes, pero es muy importante que las hagas. En definitiva, el triunfo no es el final, sino haberlo intentado y haber trazado un camino hacia él. Si finalmente lo consigues, tardarás tres días en inventarte una nueva necesidad, pues así es el ser humano, por lo menos todo aquel que se considere pasional.

Ella…rozará el éxtasis, pero se ahogará en el aplauso, y finalmente conocerá que su mayor rival se llamaba IMAGINACIÓN…y que el reflejo de ella misma morirá con las raíces que ella misma plantó en su mente, las raíces de la OBSESIÓN. Aun así, y después de todo lo que os he contado, desearía sentir por un instante, arropada por una de las mejores bandas sonoras de la Historia, esa sensación de perfección, ese placer tan breve como el de un grano que cae atrapado en un reloj de arena, y que jamás, jamás, jamás…volverás a bailar MEJOR de lo que lo has hecho hasta ese instante. Sentir…que las metas existen y que las metas se consiguen, pero con la desdicha de que para la bailarina número uno, el fin justifica los medios, y los medios justifican ese fin.

Para todo aquel que no ha experimentado la danza clásica, cuando vea esta película, estoy completamente segura que aunque sea por un segundo, mataría por enfundarse en su mallot, hasta dejarse crecer las plumas, y volar, volar, VOLAR………

Marta Edo Lorrio