viernes, 14 de enero de 2011

2046, de Wong Kar Wai

“El amor requiere el momento oportuno”, pero para conocer a Wong Kar Wai cualquier momento puede resultar perfecto. Y si entendemos que la vida es tiempo y que el tiempo es vida, podremos definir el estilo de este genio del cine como verdadera poesía.

Manejar cada segundo como si fuese único es lo que hace que Wai se convierta en un creador de encuadres, escenarios donde el vacío, el silencio y el detalle componen la esencia de sus películas. Este hongkonés consigue narrar a través del sonido y nos enseña a escuchar contemplando sus imágenes. Y si existe algo que caracterice al director es su deseo de transmitir lo más sencillo haciendo uso de la práctica más compleja. Tal vez por ello haya dedicado casi cinco años para presentar 2046, un film que respira realidad, aspira el recuerdo y expira en el corazón, dejando huella de esa plenitud cinematográfica con la que todo espectador ha soñado alguna vez.

In the mood for love y 2046 pueden parecer tan diferentes, que quizás por esto Wong Kar Wai sólo pueda concebirlas en la fusión de una única película, como cuerpo y alma, en donde la primera amamanta a la segunda, quedando ésta como una nueva creación.
Deseando amar es la recreación de una cámara que observa, busca y encuentra, una cámara que muestra el movimiento a través de la lentitud, siendo el ralentizado la muestra más representativa de ese especial trato del tiempo. Cuando ella entra, cuando ella sale, cuando él entra, cuando él sale, cuando ella le mira…, es entonces cuando nos convertimos en testigos de ese transcurso del vivir, los días pasan pero no por ello hay que seguirles como si fuésemos su sombra.
Hay instantes de 2046 que parecen insertos de In the mood for love: una mano, un pie, una arrugada bombilla, la reiteración de puertas –capaces de introducirnos en algo más que simples habitaciones-. Unos zapatos, y un cigarrillo, y humo, y otro cigarrillo, y más humo, y un termo, y humo, y comida, y de nuevo un cigarrillo, y humo, humo, humo…Pero siempre lloviendo sobre mojado.
Los movimientos de cámara unen argumentos, enlazan contenidos y aportan esa continuidad que empuja al espectador en la historia. Pero en este caso, la magia de Wai radica en una técnica similar pero con efectos totalmente opuestos. Si pretendes que la técnica te ayude a tejer lo que ocurre en esa esperada pantalla, entonces no habrás comprendido al ‘maestro’ del cine contemporáneo. En 2046 la cámara hace que te sientas perdido olfateando demasiada información técnica, demasiada información visual, donde todo puede ser considerado demasiado porque Won Kar Wai resulta sublime.
Si en Deseando amar percibíamos esa chispa innovadora que nos enamoraba, en 2046 esta chispa se ha transformado en llama creando una película que a veces abrasa. Ha querido dar tanto, que el espectador se estampa, se tropieza, se rinde en ligeros instantes, pero en seguida se recupera para convertirse en testigo de una cámara cuyo ojo reside en el alma. Si crees en la libertad audiovisual en todos los ámbitos, si crees que las segundas partes deben ser vistas con mirada recién nacida, si crees que la comparación duerme en la equivocación, entonces 2046 es locura embriagadora, infinita… Pero si eres de aquellos que no necesitan más que lo que en su día fue único, entonces sabrás que In the mood for love era suficiente para llenar ese vació que pensabas llenar con 2046.
Algunas escenas del film son un grito a la correspondencia, donde cada elemento parece ser pieza de un necesitado rompecabezas. Un vestido verde a conjunto con una pared verde, con una iluminación única y en definitiva una implicación de planos a menudo precarios. En realidad son estos los que más caracterizan al director, escenas bañadas con rodillo unificador proponiendo una conjunción cromática que parece evidente. En esta película el director ha querido jugar con el temor del tiempo para realizar cualquier experimento visual, es por ello que 2046 probablemente sea una película sin guión narrativo, pero con frases técnicas más que ensayadas.
Es común que en 2046 añoremos la parsimonia que en Deseando amar nos aceleraba el corazón, pero también es verdad que tal vez el director ha querido representar el poder del tiempo como protagonista de su película. Un tiempo que provoca continuos movimientos de acercamiento, de alejamiento, de acercamiento, de alejamiento…en donde la cámara por fin nos revela que es la encargada de manejar los segundos a su antojo. En definitiva, un juego de técnicas en el que no existen instrucciones.
Si hay algo que sigue latente en la película es el realismo de los primeros planos, estos aparecen envueltos por una cámara que casi roza los rostros. Planos detalle apestando a humo de soledad, planos detalle en los que esos pies encajados en sus bonitos zapatos nos hacen mover nuestros pies, planos detalle en donde una lámpara puede dar menos luz que la oscuridad.
Si eres de los que dice ‘en la vida hay tres cosas importantes’ y una de ellas es la música, lo habrás argumentado con las películas de Wai, minutos de cine en los que las canciones serán las únicas que se alejen de la ficción. Una banda sonora que discrepa con aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Esa clase de música que no conoce fronteras y que seguramente, llevábamos mucho tiempo buscando.
2046… una metáfora de la memoria, una utopía, un paraíso perdido”. Wong Kar Wai…un director que indaga en cada uno de nosotros.
Marta Edo Lorrio

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