viernes, 14 de enero de 2011

Seda, de François Girard

La mayoría de los aclamados críticos de nuestro país, plasman en sus tabloides opiniones discrepantes a mi manera de ver, sentir y percibir un film sencillamente perfecto. Los entendidos hablan de bostezo, de aburrimiento, de carencias interpretativas en el actor principal, y muy pocos, como yo, abren alma y corazón para comprender una obra que requiere simplemente pasión. Entre la belleza y el realismo, entre la esperanza y el dolor, entre largas y largas esperas, François Girad reposa en el espectador ofreciéndonos maestría audiovisual.
Me acomodo en mi butaca, cierro los ojos, respiro…los abro…en un instante fastuoso sólo deseo continuar mirando, escuchando, sintiendo. Pulcritud técnica en todos los órdenes, quiero formar parte de aquel sueño, casi puedo oler y adaptarme a una atmósfera tan cálida y desagradable a la vez. Planos bien distinguidos, narrativa a ritmo pausado, que no lento, quieto o parado, un objetivo que acaricia al espectador, necesito llegar al final. Fotográficamente camaleónica, una sucesión de tonalidades sumadas a la ausencia de calor, hay que reconocer la empatía que requiere la cinta, su progresión visual recae en lapsos fríos, apagados y sensiblemente equivocados. La preocupación de él, su cambio gradual frente a su esposa, la inmadurez del hombre, y sobre todo, el capricho de una fémina japonesa, obsesionan al protagonista en sus reiterados viajes a lo inalcanzable. El amor torna sin sentido hasta un resolutivo final que rasga la dramática audiovisual, la conclusión es adorable, ELLA es y era su verdadero amor, honestidad indestructible, fidelidad amansada, fervor por su marido, ¡es tan necesaria la voz en off!, marca la puntualidad narrativa, el sonido no diegético se asienta en un segundo plano acorde con su definición de ajeno a lo externo, acompaña pero sólo quiero escuchar esa carta que me hace llorar, ¿es que no te dabas cuenta? –me dan ganas de gritar- que tan sólo ella te amaba, que ella te idolatraba, tú y sólo tú eras su amo, su señor…
La temática es tan importante a lo largo de toda la película, esos pequeños huevecitos…tan insignificantes en apariencia…nos enseñan que lo más párvulo de esta incoherente vida transforma el destino hasta trastornar todo aquello que hasta entonces era perfecto para seguir hacia delante. Una extranjera entre agua, vapor y niebla turban el cariño de un enamorado, el actor es acertado y su interpretación exquisita, completa y acorde con un hombre que se vuelve ciego frente a la realidad. Su erotismo repleto de sueños, imágenes, muestran que las personas somos capaces de guiarnos por un sexto sentido convertido en mala compañía. Te equivocaste…te obsesionaste…te marchaste…y la perdiste…no disfrutaste…pero luchaste… ¿sabes por qué? Porque abandonaste tu sentido por creer demasiado en la sensualidad, en lo platónico, pero tu amada esposa fue la única que te acarició más de una vez, el sexto sentido no era tuyo, era del sexo contrario. Ahí reside la enseñanza del director, la importancia de la mujer, y el aplauso de un deseo que flota en el desconsuelo y en un rostro que adquiere tintes hartos de depresión.
Salir de la sala, abandonar una butaca, y sentir paz en uno mismo, SEDA eriza el espíritu, y deja en tu alma una imagen, una frase...y llegas a casa, te vas a dormir, cierras los ojos, respiras profundamente…y te das cuenta que finalmente todo reside siempre en lo mismo, en un inesperado final, reposando, lamentándonos por lo que nos perdimos cuando la vida eran latidos de existencia, pero sabiendo que jamás descansaremos en un jardín tan hermoso, sino en lo que cada uno de nosotros queremos ser.
Jamás te dejes atrapar por el misterio, pues cada pequeño paso que das hacia él, pierdes parte de tus raíces. Vive siempre como si no existiese un mañana, y no te alejes nunca del amor.

Marta Edo Lorrio

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