viernes, 14 de enero de 2011

Tíovivo c.1950, de José Luis Garci

Resulta complicado resaltar un tema principal que explique el argumento, ahora mismo mi mente se presenta como un barroco de imágenes, como un rococó de sueños. Para los más curiosos podríamos decir que Tiovivo c.1950 no es más que lo que su propio nombre indica, una pequeña feria pero que aparece teñida de color gris, una fiesta de la realidad casada con la pureza del recuerdo. Lo que más me ha molestado es que me topé con lo que ya me avisaron, con esa profundidad que requiere madurez en el espectador, y Garci por primera vez…me ha acercado al aburrimiento. Tal vez sea más justo hablar de pesadez audiovisual, aunque reconozco que el retrato de Madrid exige respeto. Es un filme difícil de digerir en la tierna juventud, pero fabuloso para educar la mirada, pues si hay algo que posee Tiovivo, es historia del alma, y eso…nos guste o no, reside en el Cine de butaca, y no en los manuales.
La temática flota en un previsor destino de la mayoría de los personajes. La ilusión, el amor, el poder…podrían ser algunos de los numerosos temas que aparecen en el film, y todos ellos se sostienen por uno principal: la vida de un auténtico Madrid, el Madrid de 1950. Garci es un hombre familiar, de esas personas tan auténticas en sus palabras que logran abrazar al espectador con sus películas. Por eso…Tiovivo se recrea en una complicidad de todos los órdenes, en la amistad de cada plano, en la luz de los que creíamos que jamás podría volver a ser iluminado.
Fluye la técnica tranquila y rezagada del director a través de planos fijos, de la escasez del brusco movimiento y de la aparición del travelling excesivamente lento, pero capaz de agitar más de un corazón transparente. Porque eso es Tiovivo c.1950, el retrato de la capital, la descripción del epicentro, el grito de lo que sólo fue silencio. Como interesante percepción técnica destacamos una cámara quieta que no sigue a los actores, y unos actores que no siguen a esa cámara quieta. La libertad de esas clases de baile se acopla a esta cuestión como ejemplo de un objetivo que reposa, que nos enseña…Una cámara que de nuevo se esconde, una cámara que ‘persigue’ a los personajes con la mayor suavidad que exige el realismo puro, una cámara que se acerca y se aleja lentamente en tan maravillosas escenas, una cámara -y siento repetirme- que nos ENSEÑA…
Encuadres perfectos, exquisitos, rabiosamente bellos. Planos generales, muestra de acertadísimos escenarios, planos americanos casados con el cine de aquel entonces, al igual que planos detalle en los que un café derramado contiene la esencia de toda una secuencia. Los planos medios como punto de origen reflejando la importancia del medio corto enlazado generalmente a un primer plano…y los fondos…a menudo desenfocados porque el futuro puede ser turbio durante la presión social. El fundido a negro que cierra el primer acto, y una música amaestrada para llegar a los instantes precisos, en los momentos en los que más lo necesitan, aunque a veces no se lo merezcan. Las típicas Garci-conversaciones: fijas, pausadas, de dos…de dos que se miran y parecen actores de un viejo teatro, lejos de la existencia de una cámara. Conversaciones con estructura: los dos, él, ella…los dos, él, ella…él, ella…él…Y de repente un ligero contrapicado, y también dos o tres picados, porque José Luis Garci ofrece todo muy dosificadito, porque alrededor de 1950 no existía el derroche…porque alrededor de 1950 “hay que estar porque hay que tirar para adelante”.
La crítica a la situación que se plantea cuando aparecía un nuevo guión, sumado al rígido régimen que empapaba aquel momento…son elementos que logran provocar la misma rigidez en los rostros de los personajes, o debería decir personas, ya que eso es lo que vemos en el cine de Garci, a ti o a mí, personas.

UNAS PALABRAS PARA UN MAESTRO DEL CINE
El cine le ha salvado la vida varias veces, le da ganas de levantase, le hace flotar y reflotar, le empuja a seguir hacia adelante. En cada una de sus películas hay mucho más que un universo de emoción en imágenes, pues cada creación contiene una o mil noches sin sueño, una o mil partes de José Luis Garci.
Las historias que narra provienen de personas que conoció cuando tan sólo era un niño, algunas son fruto de la ingravidez de su imaginación, y todas contemplan su forma de ver la vida. Sus filmes son una mezcla entre minutos de rodaje y pedacitos de su corazón, como una sopa calentita en pleno invierno. Y es que su cine es una invitación a la felicidad, eso es lo único que pretende el director, dejarnos dentro de nosotros algo que estuvo dentro de él. Sus películas son como las cosquillas…que acarician el alma, un susurro de encuentros, una amapola que todavía permanece cerrada.
Garci ha creado ‘el cine de la tranquilidad’, películas cuyo objetivo descansa en la relajación del espectador, minutos de magia que nos hacen ser mejores personas, que logran algo muy importante: hacernos sentir bien. Su obra es un homenaje a su país, una pequeña muestra de cómo ve él su querida España, a través de una búsqueda de sentido en los espacios y momentos más acogedores. Todavía vive rozando la perfección fílmica, pero considero que lo más importante en esta vida es sentir que lo has dado todo, sentir…que has hecho lo máximo con lo que tenías, y en esto Garci posee matrícula de honor.

Marta Edo Lorrio

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