La Calumnia es un retrato psicológico del ser humano, susurros de cine condensados en una cámara que roza la perfección. El inicio es el complemento visual del final, un comienzo purificado a base de luz, un rodaje edulcorado con tela de blancos que refleja la inocencia de la niñez…todo ello con el compromiso del plano medio. La banda sonora derrocha tranquilidad y armonía, dos ingredientes casuales del cine clásico que no tardarán en transmitir tensión, agobio y desasosiego. El clímax de la cinta viene guiado por la mirada cruel y morbosa de una odiosa cría. Sus ojos, encerrados en el detalle, revelan el pecado de la tormenta, una historia audiovisual narrada con una cámara soberbia. Los primeros planos que rescatan la infancia junto a un sonido que se delata sublime, hacen del film un cuadro de gozo narrativo contemplado desde la crudeza de Wyles. La difamación sumida en la niñez, la verdad limitada por el género adulto, y la muerte comprendida en un fuera de campo…
Los juegos cinematográficos son discretos pero ricos en matices. Los movimientos circulares de la cámara enredan a Mary y Rosaly en la complejidad de su desdicha. La escena del desenlace en la casa de los Tildford se mezcla con la esencia del teatro dibujando fotogramas eclipsados. La Calumnia es un grito a los detalles, la puerta del colegio que se abre, se cierra, se abre y se cierra…Wyles nos regala un telón de fondo, una tapadera que terminará rompiendo su silencio. La locura abrazará a Marta con un objetivo intimista mientras sus lágrimas harán más fuerte las creencias de Karen. ¿Existe algo más preciado que la comprensión? Estamos ante una película racional en cuanto a su realización y arrolladora en su argumento. Los personajes son una romería de sentimientos, un aplauso a sus expresiones, un excelente trabajo en el campo interpretativo.
El largometraje encierra al espectador creándole una sensación de intranquilidad compensada con la pasividad de sus escenas. Se puede extraer del director su capacidad de síntesis en la escenografía, terreno donde los elementos se fusionan superando el realismo de los espacios, ejemplo vital es el abandonado colegio o los dormitorios de las niñas…un verdadero anhelo del pasado. Los primeros planos profundizan, analizan y desahogan.
Marta Edo Lorrio
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